[ Thais Morales ]
¿Cómo empezar a hablar de Willa Cather? No es fácil. Esta mujer, nacida el 7 de diciembre de 1875 en Back Creek Valley, cerca de Winchester, en Virginia, es una de las autoras más destacables del modernismo norteamericano.
Willa escribió 12 novelas (con una de ellas, “One of ours”, ganó el premio Pulitzer en 1923), numerososos relatos, poesía (uno de sus poemarios está escrito desde el punto de vista de la poeta griega Safo) y una gran cantidad de críticas, reseñas y artículos periodísticos. Su primera novela se publicó cuando había superado los 40 años de edad, a pesar de llevar toda su vida escribiendo, algo que siguió haciendo hasta el día de su muerte, en abril de 1947, a los 73 años.
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Para Cather importaba más la sugestión que la enumeración, de manera que en más de una ocasión se refirió a su estilo, casi minimalista, calificándolo como “desnudo”. Aunque sería más comprensible si dijésemos que sus historias tan sólo nos muestran la punta del iceberg de lo que ocurre, una cualidad que encontramos más tarde en Hemingway.
“A veces me da la impresión de que muchos escritores pretenden multiplicar sus ideas en vez de simplificarlas; quieren escribir una historia de cada idea que se les ocurre. Tanto si se trata de un pianista, de un pintor o de un escritor, el arte debería simplificar, ese es para mí el objetivo del proceso: simplificar, sacrificando muchas cosas que, en sí mismas, resultan interesantes y agradables, y aproximarse todo el tiempo a una sola cosa: a ello”, dijo en una entrevista que le hicieron en 1913.
Admiradora de Whitman, Mark Twain, Nathaniel Hawthorne, Henry James y de la escritora lesbiana Sarah Orne Jewett*, Willa Cather apostó por un estilo sobrio y simple, paralelo a su preocupación –como otros escritores modernistas– por la creciente mecanización, la pérdida de valores y la masificación del consumo que empezaba a imponerse en la sociedad norteamericana, cada vez más urbana. Cather escribió acerca del conflicto “entre lo nuevo y lo antiguo, la ciudad y el campo, el artista y la sociedad, y lo hizo entre ideales y realidades, entre el deseo y el autocontrol” (Robinson, Phyillis C. Willa : The Life of Willa Cather, 1983).
En su vida y en su trabajo, su nombre va asociado a numerosos lugares de Norteamérica, New York, Pittsburg, Quebec, New Mexico, y especialmente Nebraska, donde se crió a pesar de haber nacido en Virginia. Una de sus novelas más exquisitas, “Mi Antonia” (narrada desde el punto de vista masculino), transcurre en Nebraska, cuando este Estado empezaba a ser destino de inmigrantes europeos que provenían de la región de Bohemia y de los países escandinavos. “Me interesaban los inmigrantes europeos de Nebraska porque me crié entre ellos. Cuando tenía 8 años, nuestra familia se mudó desde Virginia hasta este estado del oeste”, explicaba Willa, que trató el tema de los pioneros en gran parte de su obra.
Sus novelas más importantes pueden dividirse cronológicamente. En una primera época, nos encontramos los libros que la hicieron más conocida: los que son una crónica de la vida de los granjeros y los inmigrantes del medio oeste, entre los que se incluyen “Pioneros” (1913) (título inspirado en una obra de Whitman) y “Mi Antonia” (1918).
A continuación, hallamos una serie de novelas como “Lost lady”, de 1923, (que fue llevada al cine ante la gran decepción de la autora, que prohibió que jamás ninguna de sus obras volviese a ser llevada a la gran pantalla), y “The professor’s house” (1925), en las que nos presenta espíritus muy sensibles, a punto de ser derrotados por lo que Cather consideraba la estupidez y el mercantilismo de la vida moderna. De alguna manera, la autora pretende reflejar la destrucción de la vida en provincias y la muerte de la tradición de los pioneros. Por último, y prueba de la búsqueda de valores sólidos en medio de su proceso de alienación por culpa del mundo moderno, en “La muerte llama al arzobispo” (1927), quizás su trabajo más admirado, y en “Shadows on the rock” (1931), retrata los primeros pioneros católicos en Nuevo México y Quebec respectivamente.
Willa Cather (bautizada como Willela en honor a una tía que murió de difteria) ha dejado una extensa obra que para muchos es extremadamente conservadora y poco experimental, mientras que para otros, resulta una obra experimentalista, que convierte “los silencios y la ambigüedad de su narrativa en un instrumento eficaz para involucrar al lector en la escritura del texto que está leyendo, ya que le fuerza a rellenar los numerosos espacios en blanco según su propio criterio” (Jo Ann Middleton, “Willa Cather´s modernism”).
Y si con respecto a su obra se da esta doble visión, no menos ocurre en lo que se refiere a su vida. La controversia respecto a su lesbianismo es un tema de discusión que sigue abierto y que ha hecho correr ríos de tinta. Sin duda, la obra que más incide a este respecto es el libro de Sharon O’Brien, “Willa Cather: the emerging voice”, de 1980.
En su adolescencia, Cather dio muestras de su ambigüedad sexual adoptando una personalidad masculina bajo el nombre de William, con el que firmaba sus cartas. La máxima preocupación de su madre durante muchos años fue la de convertir a su hija mayor en una mujercita, luchando contra las preferencias de Willa, que desafió las normas de la época cortándose el cabello y vistiendo como un chico.
El estudioso de su obra, James Woodress, asegura en su libro “Willa Cather: Her life and art”: “Si como lesbiana se entiende a una mujer que tiene relaciones sexuales con otras mujeres, entonces, de acuerdo con los documentos existentes no se puede afirmar que Cather fuese lesbiana. Por otro lado, si una lesbiana es una mujer cuyos lazos afectivos primarios son con otras mujeres, independientemente de relaciones sexuales, definición adoptada por algunas feministas, entonces, Cather, definitivamente, lo era”.
Y es que en la vida de Cather, las mujeres fueron siempre fundamentales. En sus años universitarios, mantuvo una relación muy íntima con Louise Pound, a quien en 1892 escribió una carta declarándole su amor y lamentándose de que una intensa amistad femenina fuese considerada “antinatural”.
Posteriormente, en 1899 Cather conoció a Isabelle McClung, la hija de un destacado juez de Pittsburg –ciudad en la que trabajó en la revista de mujeres “Home Monthly” y en el diario “Leader”-. Su primer encuentro, en el camerino de la actriz Lizzie Hudson Collier, marcó el inicio de una intensa amistad que se prolongó hasta la muerte de Isabelle en 1938. La pareja viajó en verano de 1902 a Europa y visitaron Inglaterra y Francia. A pesar de que Isabelle contrajo matrimonio en 1916 con el violinista Jan Hambourg, hecho que provocó un profundo abatimiento en la escritora, su relación con Isabelle prosiguió y la escritora pasó largas temporadas en la casa del matrimonio, en Jaffrey, New Hampshire, donde Willa escribió “Mi Antonia” y donde está enterrada por deseo expreso suyo. Tras la muerte de Isabelle, en 1939, escribió en una carta a Zoë Atkins: “A menudo, la gente escribe sus libros para una sola persona, y para mí, Isabelle era esa persona”.
Otra mujer que dejó huella, especialmente en su trabajo literario, fue la escritora lesbiana Sarah Orne Jewett, a la que conoció en 1908 mientras realizaba un reportaje en Maine para la revista “McClure”**, de la que fue editora. “Tuve la inmensa suerte de conocer a Sarah Orne Jewett, que había leído mis primeras historias y tenía opiniones muy claras respecto a ellas y a mis carencias literarias de entonces. Me dijo: escribe la historia tal y como fue, no intentes que se parezca a esto o a aquello. No puedes escribir a la manera de otros, tienes que encontrar tu propio estilo. Si el camino es nuevo, no te asustes, no quieras escribir el relato que te pida una revista. Escribe la verdad y depués deja que ellos la elijan o la rechacen”, explicó Willa en una entrevista.
En su ensayo “Miss Jewett”, incluido en la colección “Not under forty”, Cather escribió: “Miss Jewett no sólo tenía vista, sino también oído. Desde la infancia debe haber atesorado expresivos fragmentos del habla local, del idioma nativo, que enriquecen y anuman sus páginas. La lengua que utiliza su gente es la lengua del lugar. Ningún escritor puede inventarla. (…) Un habla así constituye la lengua más hermosa que pueda tener un esritor, y nunca podrá conseguirlo con un libro de notas. El mismo debe ser capaz de pensar y sentir en esa lengua…, es un regalo de un corazón a otro”.
La gran compañera de Willa Cather a lo largo de 40 años fue Edith Lewis, con la que, según leemos en el libro “Lesbian lists (a look at lesbian culture, history and personalities”)”, mantuvo un “matrimonio bostoniano” desde 1908, año en el que comenzó a compartir un apartamento con ella, hasta su muerte, en 1947.
A pesar de estas relaciones, Cather cultivó la imagen de celibato y pretendió rechazar cualquier relación sentimental a favor de su arte. Declaró que no podía comprometerse con nadie para poder gozar de absoluta libertad para trabajar en su escritura, que lo era todo para ella. Mantuvo casi un hermetismo absoluto con respecto a su vida privada, consciente tal vez, del conflicto que suponía el amor entre mujeres.
De hecho y probablemente consciente de que su homosexualidad sería mal entendida, Willa Cather se empeñó en los últimos años de su vida en destruir, con la ayuda de Edith Lewis, todas aquellas cartas personales que pudo encontrar. Es más, en su testamento dejó escrita la prohibición de que se reprodujeran o se citasen las cartas que quedasen. A pesar de ello, la correspondencia que se salvó puede consultarse y la información que contiene es de propiedad pública.
La escasa correspondencia que ha podido recuperarse dan una imagen de Willa Cather muy distinta a su imagen pública, que ella misma alimentaba. Según Guy Reynolds en su obra “Willa Cather in context: progress, race, empire”, por un lado está “la escritora que afirma haber encontrado un nuevo filón temático, la experiencia de los inmigrantes en el Medio Oeste. Por otro lado, una Cather que acentúa su alejamiento de la vida norteamericana contemporánea. La primera es una novelista “engagé”, consciente del cambio cultural en América y deseosa de comentarlo; la segunda es una fugitiva de su época”. Esta especie de doble personalidad no es extraña si nos trasladamos a la época que le tocó vivir, que daba poco margen a comportamientos que para la mayoría de norteamericanos resultaban aberrantes. No en vano otras artistas y escritorasn como Gertrude Steinn eligieron un exilio voluntario en Europa, sobre todo, París.
Sea como sea, Willa Cather ignoró el papel social que se le atribuía en su época a la mujer y llevó una vida marcadamente independiente, siguió una carrera que ella misma eligió y se dedicó a escribir siguiendo su propia visión del mundo e identificándose con cada uno de sus logros literarios.
NOTAS
*Sarah Orne Jewett (1849-1909), nació en Maine. Su vida estuvo marcada por sus amistades con mujeres, que culminaron en un matrimonio bostoniano con Annie Fields después de que ésta enviudara. Entre sus obras: “A country doctor” (1884), sobre las aspiraciones de una mujer que quería practicar la medicina, “The country of the pointed firs” (1896), donde rige el matriarcado.
** La revista McClure, una publicación literaria y política, fue fundada por Samuel McClure en junio de 1893. En ella se publicaron trabajos de escritores tan populares como Rudyard Kipling, Jack London y Arthur Conan Doyle. Sus ventas empezaron a decaer en los años 20 y el último número apareció en marzo de 1929.
efraín Lucero
QUIERO LEER TODAS SUS OBRAS Y SABER MAS DE ELLA
juan cela
la obra de willa cather esta mas viva que nuncq
Roberto Champney
Me interesa leer a Willa Cather porque la premio Nobel Alice Munro la menciona en «las lunas de Júpiter»
David Cortés
Sólo quisiera que corrigieran la conjugación del verbo «Reproducir» que aparece en este texto, ya que está conjugado «reproducieran», en lugar de «reprodujeran» o «reprodujesen», que serían las formas correctas del verbo. Gracias
djuna77
Hola David
Gracias por la corrección, la verdad es que se nos había pasado en este blog, ya que hace años que no lo actualizamos ni entramos por aquí. Ahora toda la información sobre la revista se encuentra en la web http://www.revistaiguazu.com donde ya estaba corregida esa errata.
Un saludo.