[ Sonia R. Fides ]
(Madrid, 25 de julio de 2003)
Hace apenas dos días, el calendario volvió a salpicarme con el dolor de una fecha que me esfuerzo por olvidar y que siempre acaba por deslumbrarme. Parecía mentira que en esa época del año en que todo parece inamovible, eterno, en ese momento del verano en que el sopor y la desgana benefician a la rutina, llegara el momento en que tenías que irte. Aquel veintitrés de julio del principio de un siglo, plegaste tu boina de colegiala audaz e hiciste las maletas para viajar al encuentro de esa Caperucita que te hizo cercana ante los ojos de una legión de adolescentes, pese a la grandeza de tu persona y de tu obra. Hoy, El Retiro se resiente de la orfandad en que quedó sumido cuando la traicionera muerte te salió al paso. Los sauces lloran más que nunca y se han desvanecido sobre el ardiente asfalto que recorre este parque de Madrid. Están vencidos, pero seguirán esperándote, Carmiña, ¡te siguen esperando!