[ Luis M. Bernal ]
Afirmar que el pintor, grabador y poeta William Blake vivió entre 1757 y 1827 no es, desde luego mentir. Sin embargo, esta sencilla afirmación no se corresponde con la realidad. Blake no pertenece a una época determinada, ni a la suya ni a la nuestra, y apenas si pertenece a este mundo. La miseria o la gloria en nuestro mundo le dejaban insensible pues sabía que la verdadera vida estaba en otra parte, esa otra parte que Blake nos muestra con palabras cuando no pudo expresarse con dibujos, con dibujos cuando no pudo hacerlo con palabras. Su vida y su obra estaban completamente desgajadas de la realidad, lo que no extraña sabiendo que el artista «conversaba» con San Pablo, Homero, Moisés, Virgilio o Dante, pero Blake nunca trató de presentar al espectador la realidad del mundo sino la realidad de su visión.
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La gran intensidad visionaria de Blake se refleja tanto en su obra pictórica como en la poética. El rechazo a la observación directa de la naturaleza como fuente de inspiración le llevó a encerrarse en su mirada interior. De ahí brota su obra, reflejo de una sabiduría inusual que muestra la oscuridad de lo inaccesible. Para Blake, sus visiones, que tuvo desde la infancia, eran más reales que la realidad del exterior. Sus figuras pueden parecernos extrañas y fantasiosas con una estructura anatómica descuidada o unas proporciones incorrectas, pero Blake nunca corregía lo que había observado en sus visiones interiores que tenían, como el mismo afirmó «proporciones de eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre».
Para Blake, el texto y las ilustraciones debían formar un todo. Pocas veces se ha visto tal grado de compenetración entre la imagen y la narración como el que proporcionan las ilustraciones que realizó Blake para el Libro de Job, la Divina comedia de Dante o el Paraíso perdido de Milton. También ilustroó sus propios libros de poemas como Los cantos de inocencia o Los cantos de experiencia. El poema «Una imagen divina» cierra Los cantos de experiencia:
La crueldad tiene corazón humano
y la envidia rostro humano;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.
Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es fragua llameante,
el rostro humano es caldero sellado
y el corazón humano, su garganta hambrienta.
Su estilo poético puede resultar oscuro y difícil, pero la originalidad de sus ideas atraen y fascinan al lector. La combinación entre texto e imagen es magistral estableciendo una íntima fusión entre el mundo de las ideas y el de los estímulos visibles. Las imágenes de Blake destacan por su frialdad, el predominio del dibujo sobre el color, la simplicidad monumental de sus figuras con gestos de intenso dramatismo o los contornos ondulantes que dotan a los personajes de ritmo y vitalidad. Esto puede observarse en obras como «Nabucodonosor» en la que asistimos a la transformación de un hombre en animal pero en la que se nota cierta frialdad calculada. Es inevitable sentir la inquietud de este contraste entre la calma y la pasión, entre lo que hay en la obra y lo que podría haber. Blake emplea símbolos y formas de difícil comprensión como si no quisiera que nadie penetrase en su mundo mágico más allá de lo que él nos ofrece. Por eso sólo entreabre las puertas de un universo organizado y sobrenatural, a la vez que monstruoso, poblado por seres nacidos en el propio espíritu de Blake.
Volvamos al principio. William Blake, ¿era un loco?, ¿un visionario?. Para algunos la locura presidió su obra y su vida. Sin embargo, suele calificarse como lo loco a quien no sigue las normas establecidas de la sociedad o, en su caso, del arte. Blake se rebeló contra todo lo institucional y contra la sociedad en general, decidió permanecer al margen de sus mecanismos y sumergirse, cada vez más, en su profundo y rico mundo interior. En ese sentido, y en muchos otros, fue un revolucionario crítico con la época que le tocó vivir. A pesar de la labor continua que realizó durante toda su vida, murió pobre y oscurecido, considerándose a sí mismo como un mártir del arte. Pero como él dijo «donde existe la perspectiva del dinero, el arte no puede seguir adelante»: Para muchos, es el ejemplo mismo del visionario, un místico atrapado en su propio mundo interior con un talento excesivamente original y unas obras dominadas por los misterios sobrenaturales que inevitablemente atraen la mirada. Loco o visionario; da igual. En cada obra de Blake puede esperarse una sorpresa, una sorpresa consistente en encontrar algo completamente nuevo, que se escapa, como la arena entre los dedos, de cualquier intento de apresarlo en una definición.
Entre la locura y el misticismo … William Blake.
Esteban Cuen
buen articulo 🙂
Esteban Cuen
y el poema esta muy bueno se asemeja a baudelaire 🙂 tendré que empesar a leer a blake y analisar toda su obra 😀