[ Emilio Barco ]
Hay una canción que no me quito de encima, una melodía larga, que no rima mucho y que canta un músico tímido, que se aparta el pelo por detrás de la oreja mientras habla, que mira asustado, y que es de verdad.
Alhajita te hallaré aunque digas que no.
Me voy por tus ojos, enamorados, buscándote en mi canción
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En el mismo momento en que se producen, y casi sin querer, unimos los momentos que nos pasan a una canción que los acompaña, a un lugar donde sueles estar mucho, a una prenda pequeña y ajena, a un olor profundo que empiezas a reconocer, a unas costumbres que nunca pensaste, o a una retahíla de palabras nuevas que alguien recién inventa para ti.
A los rios pregunté dónde estabas amor.
Y ellos me dijeron, que con la espuma, andaba tu corazón
Mi canción es la de Quique y algunas de las palabras nuevas son: por si acaso, contenta, inesperado, deseo o dispersarse (ésta inventada por blenk, porque hay palabras que las inventan las personas, porque no existían antes, aunque haga miles de años que estuvieran), todas esas palabras albergan detrás una historia, pero también son importantes en la manera de decirlas, en los labios que las pronuncian o en las sensaciones que producen, normalmente calor.
Ay palomita te vas, ¿dónde irás?.
Lo que me has dejado, ya ha echado raíces, que el viento no ha de arrancar
Alguien una vez me explicó que el mar del sur te hace estar en silencio, como si estuvieran pasando las cosas por dentro y las estuvieras sintiendo tan reales que no hiciera falta explicarlas, y que es un mar que se toma con vino, caminando por la orilla… y que, por el contrario, el mar del norte te hace hablar sin parar, como si se fuera a acabar el mundo, como si todo necesitara una explicación más cuando aún no acaba el atardecer, y se toma despacio con licores de alta graduación, whisky, vodka, ron… Lo que te pasa en el mar es fácil de asociar y nunca se olvida, o eso dicen, yo me lo creo, por si acaso. Hay un olor profundo que entra dentro de mí, que viene y va, y que tiene una mezcla de sudor, vainilla y mar.
No se puede andar así sin poderte encontrar.
Cuando cae la tarde, me acerco al rio, y en él te siento llegar
Recuerdo un concierto hace años, de The Cure en Barcelona, donde el cantante no se separó del micrófono en las dos horas que duró la actuación. No le hacían falta aspavientos, ni poses de estrella de rock. Las canciones enlazadas una detrás de otra se sostenían por si solas. Quique se planta delante del micrófono con su guitarra, y su cara cambia del dolor a la esperanza y… “cuando cae la tarde”… cierra los ojos, que por un momento tristes, brillan cuando dice… “en él te siento llegar…”
Sola en el atardecer, ¿qué lucero hallarás?.
Tu boca florece, y en mi guitarra, alumbra mi soledad
Amanece de repente, salgo rápido de casa con el pelo aún mojado y la camiseta por fuera, bajo las escaleras tarareando “que el viento no ha de arrancar…”, paso por delante de un escaparate poniendo una pose afectada, imitando a Quique (desde luego),… antes de llegar al metro, de repente una lágrima me cae por los ojos de lo que me llega a emocionar la canción (¿o es, en ese momento, la vida?)… en el andén leo que “un color nos recuerda que muchas veces nos equivocamos, y a veces las cosas no son del color que las vemos”… pasan las paradas mientras pienso en los “colores” que me emocionaron en un momento determinado, en por qué empezaste a disfrutar cuando las conversaciones no acababan nunca y no te querías ir, por qué empezaste a cogerle cariño a tus inseguridades, por qué prefieres el mar en invierno y pasear a su lado con las manos en los bolsillos, por qué buscas los mismos lugares para tomar café, por qué te importa tanto asociar momentos a cosas y eso te hace feliz, por qué un dia te llegó a emocionar tanto ese blog, por qué comenzaste a beber vino, por qué anhelas el deseo por encima de todo, por qué empezaste a querer a una persona, por qué te apuntas los diálogos al salir del cine, por qué no puedes dejar de escuchar cincuenta veces una misma canción.
Por si acaso.
[escuchando Aljahijita, de Quique González]
* Emilio Barco es el autor de la bitácora Días de Esdepp
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