[ Sonia R. Fides ]
Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
No me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
(Julia Prilutzky)
París ha perdido dos sombras a las cinco en punto.
Tu cuerpo y mi cuerpo permanecen boca arriba.
Somos dos ahogados que respiran
en asientos contiguos del aeropuerto Charles de Gaulle.
Todo termina cuando el futuro pronuncia nuestros nombres
a través de la pantalla del teléfono móvil.
Trato de hacer el amor con el presente
bajo el denim lavado de mis vaqueros Helmut Lang,
pero el avión ya ha dado la orden para que sus motores bailen
y ningún tren de aterrizaje es tan fuerte como para sostener la pena
si la pena decide ejercer su potestad como bisílaba.
Los gatos le han prestado sus ojos,
su mirada calienta nuestras articulaciones.
Las manos se reconstruyen
-mientras colocas sobre tu dedo
lo que nos convierte en mártires con las tarjetas de embarque en regla-
Los oídos revientan de susurros
pero el silencio, gobernando nuestras repletas copas de martini,
me suplica que ejerza como sorda
cuando nuestro equipaje esté sobre la cinta transportadora.
Por eso no me ha quedado más remedio
que colocar el azar en tu maleta de mano.
Necesitaba el mejor método indirecto para formalizar cualquier despedida.
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